¿Podrías pensar en algo que está más allá de tu imaginación?

La respuesta es simple: ¡No podrías! Resultaría imposible pensar en algo que no puedes alcanzar con la imaginación. Por eso, este versículo es un cofre de promesas inimaginables. Pero, ¿cómo podemos explicar esto? Quizá una analogía sirva: Imagina una persona ciega de nacimiento. Su nombre es Ana. El mayor anhelo de Ana es conocer los colores. Ana posee una tenacidad inquebrantable. Es una persona tan perseverante que sortea todos los obstáculos para conseguir una cita con el poeta más famoso del mundo. Este poeta debe su fama a su extraordinaria capacidad de describir olores, sabores, sonidos, colores, etc. En fin, es el hombre más talentoso para describir experiencias sensoriales por medio de las palabras. Pero Ana solo quiere conocer los colores, y le pide al poeta que durante todo un día le ayude a imaginarlos. Sin embargo, luego de varias horas, el poeta, frustrado, desiste de sus intentos. A su vez, Ana se da cuenta de que la experiencia de ver colores se encuentra más allá de su imaginación. Comprende que la experiencia de los colores solo se puede alcanzar con la vista. Parece lógico, ¿no? Así mismo son las cosas que Dios tiene preparadas para nosotros. Ni aún nuestra imaginación más salvaje puede llegar a vislumbrar las experiencias que Dios tiene preparadas para los que le aman. Pero, ¡ojo! Solo para los que le aman. ¡Allí está la clave! El amor a Dios es la llave que abre este fantástico cofre de promesas inimaginables. Colores nunca vistos, olores exuberantes, melodías encantadoras, ciudades indescriptibles, seres celestiales, cascadas de amor, ríos de paz, océanos de gozo, ¡no hay límites! ¡Dios no escatima! ¿Sientes la emoción?

¡Encuentra la salvación!

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Apocalipsis 3:20